martes, 18 de mayo de 2010

BTT: Primera etapa al INFIERNO: Pujayo - Obios - El Moral. Mucho mucho frío (02-05-10).




De esta ruta no pongo el track porque no la pudimos completar, y yo en concreto hice sólo una parte. Ya habrá algún día más propicio a lo largo del verano para poder completarla.

PedroT nos propuso una ruta para desestresarnos del Soplao y un grupo de incautos del forocantabrimtb aceptamos la invitación sin saber que el día nos deparaba una sorpresa.

Se quedó en Los Corrales de Buelna donde aprovecharon para hacer una foto de grupo con una de las estelas de Cantabria. La foto es cortesía de PedroT.



Como yo salía de trabajar y no me daba tiempo a ir a Los Corrales, quedé con el grupo en Pujayo. Para llegar a tiempo tuve que conducir al borde de la legalidad, lo cual para una tortuguilla al volante como yo ya me supuso empezar con cierto "estres".

Tanto correr llegue la primera y mientras descargaba la bici y me preparaba fueron llegando el resto.





Y entre ellos y sonriente, llegó el "diablo" vestido en esta ocasión de verde, que se encargó de llevarnos a todos derechitos al "infierno".



Ya me habían avisado de que la subida a Obios desde Pujayo era muy dura, además como me tocaba empezar a subir en frío ya iba mentalizada para sufrir.



Los primeros kilómetros fueron lo esperado, fuertes pendientes, con piedras, y yo con el grupo de cola haciendo varias paradas para coger aire.



Tuve que parar también a quitarme la chaqueta, pues estaba pasando mucho calor; pantalón corto, manga corta y guantes de verano, suficiente para subir.



A mitad de subida empezó a llover y a bajar la temperatura, con lo cual me paré otra vez a ponerme el chubasquero.



Las gafas se me empezaron a mojar y a empañar y ya no veía casi nada. En una de las curvas había alguien animándonos, "venga Merchitas, que ya queda poco para el alto". Era Yayon, el animador del campano del Soplao, que había ido expresamente allí a animarnos en la subida, un gran tipo.

La subida se me hizo muy larga, entre el agua, el frío, las gafas que no me dejaban apenas ver por donde iba...



Cuando los 4 del vagón de cola coronamos el resto ya no estaban, y no era de extrañar, pues hacía mucho frío y nos habíamos retrasado bastante. Me puse la chaqueta debajo del chubasquero y empezamos a bajar.

En seguida me quedé la última, y en solitario afronté los kilómetros más duros que hasta entonces había pasado sobre una bicicleta. No sentía las manos, no podía mover los dedos, era incapaz de frenar y apenas veía el camino, no sabía si había piedras, si había barro o que había bajo las ruedas. Cada pocos metros tenía que parar para mover un poco los dedos y que no se me quedaran congelados del todo. No podía cambiar de marcha, tuve que cambiar el plato parando la bici y con la palma de la mano derecha porque era como si no tuviera dedos. Tenía que manejar la bici con las palmas de las manos así que fui superdespacio para intentar no caerme.

Tras unos kilómetro en solitario vi un chico parado en un todoterrno. A punto estuve de pedirle que me dejara entrar unos minutos en el coche y hasta estuve tentada de pedirle que si me podía bajar en el coche a la civilización y dejar la bici allí tirada. La bicicleta se había convertido en aquellos momentos en mi mayor enemiga.

Al final como me dio corte decirle nada al chico del todoterrno seguí bajando a una supervelocidad de 5-6 por hora, con agua, frio, niebla, y casi a ciegas, hasta que entre la gotas que ensuciaban y empañaban mis gafas pude a duras penas vislumbrar la ermita del Moral. Y alrededor de la ermita, las bicis de mis compañeros. Tiré la bici en el suelo y entré en la ermita. Al entrar alguien dijo: "ya estamos todos, nos podemos ir". Casi me da algo, pero vamos, que no le habría hecho caso, en aquellos momentos no me podía mover, necesitaba unos minutitos para intentar entrar en calor.



El entrar en la ermita fue una sensación muy extraña, la oscuridad, las gafas más empañadas todavía, y las piernas que no me sostenían y me hacían ir dando tumbos. Me apoyé en la pared para no caerme y saqué una barrita para comer algo, con tanto frió no había comido ni bebido apenas. Entonces empecé a tiritar, me era imposible dejar de temblar, pero poco a poco conseguí ir entrando minimamente en calor y a encontrarme un poco mejor.

Tras 10-15 minutos a cubierto comenzamos de nuevo la ruta. Como se estaba haciendo muy tarde y el día no estaba para muchas alegrías decidimos no meternos por el bosque y bajar directamente por pista y carretera. Estos kilómetros ya se me hicieron mucho más llevaderos.

Así llegamos a Villayuso, donde el diablillo verde se convirtió en mi ángel de la guarda, y nos llevó a mi bici y a mi a Pujayo donde había dejado el coche ahorrándome unos kilómetros que me habrían supuesto quedarme sin comer en el día de la madre. En agradecimiento a la hospitalidad de su familia que me dejo asearme un poco y me invitaron a un café, le llené el coche de barro. Te debo una PedroT.



Esta ruta me ha servido de mucho, es una de las que más cosas me ha enseñado de todas las que he hecho este año y una de las que mejor me va a venir para hacer el Soplao, no en cuanto a kilómetros ni desnivel superado sino a condiciones climatológicas adversas.




ENSEÑANZAS de esta 1ª etapa al INFIERNO:

- Sobre la bici se puede sufrir mucho, muchísimo y pasar momentos muy muy malos, pero todo pasa y al final como suelen decir, lo que no te mata te hacer más fuerte.

- Nunca hay que confiarse con el tiempo, especialmente si se va a subir a cierta altitud. Esto lo se de sobra, pero en esta ocasión no lo tuve en cuenta. Fui poco preparada para el frío y a pesar de haber hecho rutas con muchísimo más frío el no ir con la ropa adecuada me lo hizo pasar fatal. Culpa mía, espero haber aprendido la lección y no olvidarlo.

- Tengo que hacer algo con las gafas para cuando llueva o se puedan empañar. Una vez probé un truco que había leido de echar una gotita de lavavajillas y me fue bien, tendré que tenerlo en cuenta para próximas rutas para no tener que ir a ciegas.

- Que maja es la gente de los pueblos, llegas mojada, llena de barro hasta las orejas, y te meten literalmente hasta la cocina para invitarte a un café a pesar de tener ya la mesa preparada para celebrar el día de la madre.

- En esta ruta pensé que nunca podría sufrir tanto como en esos kilómetros de bajada hasta el Moral. Me volví a equivocar, en la ruta siguiente comprobé que siempre se puede sufrir más.

1 comentario:

  1. Muy buena crónica. Cómo me he reído.

    Cierto es que la subida a Obios es muy dura, de todas las veces que lo he ascendido esa ha sido la que más me costó de todas, pero no por ello es desmerecedora de una gran belleza. El tiempo se complicó en exceso y para los que íbamos de verano se nos hizo muy duro (yo también entré tambaleándome a la ermita de El Moral).

    La imagen de ese maestro no se parece nada a mí. Yo con mis alumnos en ocasiones me disfrazo de paje, payaso, lobo, ... y nunca llevo corbata.

    No me debes nada. Lo prometido es deuda.

    PedroT.

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